El principio del fin

La noche era fría, pero las casas en llamas del pequeño pueblo hacían que el frío no se atreviera a entrar en ese lugar maldito. Los pocos supervivientes salían de su hogar con gritos ahogados y sollozando. Los guerreros de oscuras armaduras los mataban sin misericordia y saqueaban todo lo que podían a su paso.

El general de ese ejército saqueador del Norte, Jerek Draken, aspiró el miedo de ese pueblo y sentía el ardor del ambiente. A pesar de estar en una gran armadura de metal no sentía calor sofocante. Hombres más débiles hace tiempo que se habían quitado la armadura para evitar quemarse.
Caminaba por la calle principal destruida sujetando su espada de filo oscuro en su mano derecha. Los gritos de los que intentaban huir no despertaban en él ningún sentimiento, ninguna emoción. Las emociones hacían débil a la persona, eran un estorbo para mejorar. Su único destino era pelear. Su vida y su muerte estaban en el campo de batalla, hace tiempo que no le pertenecían, ahora su mano estaba en la de los Dioses.

Sus hombres gritaban y vociferaban por la eufória de la carnicería. Cogían las cabezas de los aldeanos y las clavaban en picas como macabros trofeos. Ese inicio de su campaña había empezado con el éxito esperado.

¿Por qué hacía lo que hacía? Ya no lo recordaba, simplemente ahora su alma ya no le pertenecía, era un títere más de lo que los incultos llamaban "Destino". Pero él sabía la verdad. Eso del Destino no era más que el capricho de los Dioses. El mundo estaba condenado. Él lo sabía, conocía ese oscuro secreto, y por ese conocimiento había escogido ese bando... el bando ganador.

Notó un leve tirón a la derecha en su capa de piel de oso. Miró hacia abajo y vio a un anciano tirado en el suelo, suplicando por su vida. Jerek lo miró a través de las rendijas de su yelmo. Sus ojos no expresaban nada. El anciano volvió a tirar de la capa con ojos llorosos. Finalmente, el general bajó su espada sin muchas ganas y la clavó en la tierra... atravesando al anciano en el camino hasta llegar al suelo. "Te envidio, anciano. Has sufrido ahora, pero te he salvado de lo que está por llegar... Y creeme, será mucho peor... mucho peor.... Descansa en el eterno abrazo de la muerte."

El general Draken se quitó el yelmo y lo sostuvo en uno de sus brazos. Miró hacia el pueblo nuevamente viendo la matanza que los guerreros bajo sus órdenes llevaban a cabo. Luego miró hacia la noche profunda, viendo cómo los pocos supervivientes huían, supervivientes que habían dejado ir por orden directa suya. Un pequeño grupo que, en realidad eran una advertencia al resto del mundo, un mensaje de la llegada de la Muerte y la Destrucción.

Pronto volvería a movilizar a sus tropas para proseguir su camino hacia su objetivo final... Pronto volvería a estar en la tierra que lo vio nacer... Pronto volvería a estar en casa.


"El fin de todo se acerca..."