Lambert de Lillaz cabalgaba por un estrecho sendero en el mismo corazón del Bosque de Chalons. Bajo la densa capa de ramas y hojas, la luz del sol quedaba reducida a un fulgor gris, pero no era difícil seguir el rastro del que estaba persiguiendo. Parecía que no intentaba ocultarse. ¡Debía de ser un villano muy arrogante para no temer la justa venganza de los Cabaleros de Bretonia!
Esa misma mañana, durante su larga búsqueda del Grial, Lambert había pasado por un poblado de leñadores en el mismo linde del bosque. ¡Sus pobres habitantes le habían suplicado que les librara del Caballero Rojo de Chalons! Le contaron desesperados cómo ese terrible guerrero había aparecido las últimas cuatro noches para llevarse a sus hijos e hijas. Montaba un enorme caballo de guerra negro y llevaba una armadura roja. El dibujo de su escudo era un Dragón Negro sobre un campo rojo. Lambert lo reconoció como uno de los legendarios Caballeros Malditos de las Montañas Grises. Desde luego, pensé, era una prueba puesta por la Dama e su búsqueda del Grial, por lo que se adentró en el bosque.
Bajo la decreciente luz del atardecer, el sendero le condujo a un claro ¡y allí estaba! De pie, en el centro de un pequeño calvero, su oponente parecía estar esperándole. Su yelmo estaba en el suelo, por lo que Lambert pudo ver su larga melena negra de pelo lacio, que contrastaba intesamente con sus pálidos rasgos y su armadura de placas carmesí. El Caballero Sangriento sonrió enigmáticamente mientras examinaba a Lambert como si se tratara de de un camino abierto hacia el claro.
"Soy Lambert de Lillaz, Caballero de Bretonia. Monta en tu corcel y prepárate a luchar. ¡Que la Dama me conceda la fuerza necesaria para abatirte y acabar con tus malignos actos!", fue el orgulloso desafío del Caballero Andante.
Después de unos cuantos segundos de tenso silencio, el Caballero Rojo habló con voz tranquila y confiada: "No deberías preocuparte por los plebeyos, joven Lambert. No merece la pena que te arriesgues por ellos. Esta lucha no tiene sentido: no tienes posibilidades de derrotarme y no tengo ningún interés en un enfrentamiento tan desigual. Además, ya estoy saciado con la sangre de esos campesinos y no necesito quitarte la vida. Márchate, muchacho."
¡Qué arrogancia!, pensó Lambert; un profundo sentimiento de furia le embargó. Bajó su lanza y, espoleando su caballo de guerra, cargó contra el vampiro gritando "¡Por la Dama y el Rey!". El Caballero Rojo no se movió y la lanza de Lambert acertó su objetivo. El asta se partió cuando el caballero sobrepasó galopando a su oponente. El Bretoniano se sintió de inmediato henchido de orgullo: todos los oponentes a los que había atacado de esa manera habían quedado atravesados y habían muerto por la irresistible fuerza de su lanza. ¡Nada podía resistir un impacto tan terrible! Lambert detuvo su caballo y se dio media vuelta.
El vampiro estaba todavía en pie. La lanza la había penetrado el pecho justo debajo de la clavícula y la punta salía por atrás, bajo el omoplato. La criatura se giró lentamente hacia Lambert, sacó el grueso mástil de madera de la herida y lo tiró con un desdén sobrenatural. Solo brotó de su pecho herido un ligero hilo de sangre. "Una buena muestra de cómorealizar una justa, Caballero de Bretonia. Pero te dije que no podías ganar el combate. No lo volveré a repetir. Ahora que todavía estás vivo, vete".
Lambert estaba asombrado por la resistencia del vampiro y sintió un deseo irrefrenable de alejarse todo lo que pudiera de un enemigo tan poderoso; pero dominó su miedo y dijo: "Quizás estés en lo cierto, criatura de la noche. Quizás no pueda derrotarte. Pero soy un Caballero y nunca romperé mi código de honor. ¡Antes muerto que cobarde! ¡Defendeos!". Desenvainando su espada, Lambert atacó de nuevo. Cuando llegó al enemigo, blandió su espada en un amplio y letal arco con toda la fuerza de su brazo y le cargó con su cabalo de guerra.
Esta vez el vampiro reaccionó. Con una velocidad increible, su mano izquierda agarró la muñeca de Lambert mientras que la derecha detenía con facilidad la carga del caballo. Durante un segundo, los dos guerreros se miraron a los ojos. Al mirar aquellos pozas de antigua oscuridad, Lambert comprendió que había poderes en este mundo contra los que él era menos que nada.
Entonces el vampiro lo desmontó y lo lanzó contra un árbol y la oscuridad lo envolvió
Cuando abrió los ojos, vio al Caballero Rojo delante de él con una triste sonrisa en los labios. Lambert se dio cuenta que estaba sobre la silla de montar de su propio caballo. Intentó moverse, pero su cuerpo estalló de dolor y sus músculos no le respondieron.
"Te perdono la vida, Lambert. Luchas con valor. Abandono el bosque; has salvado la vida de tus preciados campesinos, por lo que tu orgulo está intacto. Ahora, deja que tu montura te lleve al poblado. Allí descansarás y te curarás y, de ese modo, podrás continuar con tu búsqueda. Si la completas, te convertirás en un oponente mucho más interesante y quizás libremos un duelo más justo si nos encontramos de nuevo. Mi nombre es Caleb, de la Orden del Dragón Sangriento y, si has aprendido algo de la experiencia de esta noche, no me seguirás hasta que estés preparado. Buena suerte Lambert, Caballero de Bretonia".
Después de que el vampiro desapareciera en la oscuridad, Lambert se dio cuenta de que sí había aprendido algo. Le había enseñado una lección dura, pero nocesaria, Solo ahora comprendía que carecía de una de las virtudes del caballero más importantes para alcanzar la perfección y ver el Grial: un caballero debe ser humilde. Le agradió a la Dama la revelación y se desmalló de nuevo.
Caleb observó al joven caballero vencido hasta que su caballo se le llevó fuera de su vista. El vampiro no podía evitar el sentimiento de que , en el futuro, se volvería a encontrar con Lambert de nuevo y que podría arrepentirse de no haber acabado ahora con él. Había luchado lo bastante como para saber que no se debe subestimar a los Cabaleros del Grial, pero algo en su sangre maldita le instó a que no lo hiciera, pues no había ningún orgullo en ganar un combate desequilibrado.
Además, ese chico le recordó un pasado distante, cuando todavía no estaba condenado a beber sangre para sobrevivir. El Caballero Rojo intentó apartar esos inquietantes pensamientos de su mente, montó en su caballo de guerra de color negro y se alejó del bosque.
La luz de la luna llena se reflejó en el escudo de Caleb revelando sólo por un instante su vieja insignia, un blasón que había sido cubierto por el icono de los Dragones Sangrientos mucho tiempo atrás...
Era una Flor de Lis.
Esa misma mañana, durante su larga búsqueda del Grial, Lambert había pasado por un poblado de leñadores en el mismo linde del bosque. ¡Sus pobres habitantes le habían suplicado que les librara del Caballero Rojo de Chalons! Le contaron desesperados cómo ese terrible guerrero había aparecido las últimas cuatro noches para llevarse a sus hijos e hijas. Montaba un enorme caballo de guerra negro y llevaba una armadura roja. El dibujo de su escudo era un Dragón Negro sobre un campo rojo. Lambert lo reconoció como uno de los legendarios Caballeros Malditos de las Montañas Grises. Desde luego, pensé, era una prueba puesta por la Dama e su búsqueda del Grial, por lo que se adentró en el bosque.
Bajo la decreciente luz del atardecer, el sendero le condujo a un claro ¡y allí estaba! De pie, en el centro de un pequeño calvero, su oponente parecía estar esperándole. Su yelmo estaba en el suelo, por lo que Lambert pudo ver su larga melena negra de pelo lacio, que contrastaba intesamente con sus pálidos rasgos y su armadura de placas carmesí. El Caballero Sangriento sonrió enigmáticamente mientras examinaba a Lambert como si se tratara de de un camino abierto hacia el claro.
"Soy Lambert de Lillaz, Caballero de Bretonia. Monta en tu corcel y prepárate a luchar. ¡Que la Dama me conceda la fuerza necesaria para abatirte y acabar con tus malignos actos!", fue el orgulloso desafío del Caballero Andante.
Después de unos cuantos segundos de tenso silencio, el Caballero Rojo habló con voz tranquila y confiada: "No deberías preocuparte por los plebeyos, joven Lambert. No merece la pena que te arriesgues por ellos. Esta lucha no tiene sentido: no tienes posibilidades de derrotarme y no tengo ningún interés en un enfrentamiento tan desigual. Además, ya estoy saciado con la sangre de esos campesinos y no necesito quitarte la vida. Márchate, muchacho."
¡Qué arrogancia!, pensó Lambert; un profundo sentimiento de furia le embargó. Bajó su lanza y, espoleando su caballo de guerra, cargó contra el vampiro gritando "¡Por la Dama y el Rey!". El Caballero Rojo no se movió y la lanza de Lambert acertó su objetivo. El asta se partió cuando el caballero sobrepasó galopando a su oponente. El Bretoniano se sintió de inmediato henchido de orgullo: todos los oponentes a los que había atacado de esa manera habían quedado atravesados y habían muerto por la irresistible fuerza de su lanza. ¡Nada podía resistir un impacto tan terrible! Lambert detuvo su caballo y se dio media vuelta.
El vampiro estaba todavía en pie. La lanza la había penetrado el pecho justo debajo de la clavícula y la punta salía por atrás, bajo el omoplato. La criatura se giró lentamente hacia Lambert, sacó el grueso mástil de madera de la herida y lo tiró con un desdén sobrenatural. Solo brotó de su pecho herido un ligero hilo de sangre. "Una buena muestra de cómorealizar una justa, Caballero de Bretonia. Pero te dije que no podías ganar el combate. No lo volveré a repetir. Ahora que todavía estás vivo, vete".
Lambert estaba asombrado por la resistencia del vampiro y sintió un deseo irrefrenable de alejarse todo lo que pudiera de un enemigo tan poderoso; pero dominó su miedo y dijo: "Quizás estés en lo cierto, criatura de la noche. Quizás no pueda derrotarte. Pero soy un Caballero y nunca romperé mi código de honor. ¡Antes muerto que cobarde! ¡Defendeos!". Desenvainando su espada, Lambert atacó de nuevo. Cuando llegó al enemigo, blandió su espada en un amplio y letal arco con toda la fuerza de su brazo y le cargó con su cabalo de guerra.
Esta vez el vampiro reaccionó. Con una velocidad increible, su mano izquierda agarró la muñeca de Lambert mientras que la derecha detenía con facilidad la carga del caballo. Durante un segundo, los dos guerreros se miraron a los ojos. Al mirar aquellos pozas de antigua oscuridad, Lambert comprendió que había poderes en este mundo contra los que él era menos que nada.
Entonces el vampiro lo desmontó y lo lanzó contra un árbol y la oscuridad lo envolvió
Cuando abrió los ojos, vio al Caballero Rojo delante de él con una triste sonrisa en los labios. Lambert se dio cuenta que estaba sobre la silla de montar de su propio caballo. Intentó moverse, pero su cuerpo estalló de dolor y sus músculos no le respondieron.
"Te perdono la vida, Lambert. Luchas con valor. Abandono el bosque; has salvado la vida de tus preciados campesinos, por lo que tu orgulo está intacto. Ahora, deja que tu montura te lleve al poblado. Allí descansarás y te curarás y, de ese modo, podrás continuar con tu búsqueda. Si la completas, te convertirás en un oponente mucho más interesante y quizás libremos un duelo más justo si nos encontramos de nuevo. Mi nombre es Caleb, de la Orden del Dragón Sangriento y, si has aprendido algo de la experiencia de esta noche, no me seguirás hasta que estés preparado. Buena suerte Lambert, Caballero de Bretonia".
Después de que el vampiro desapareciera en la oscuridad, Lambert se dio cuenta de que sí había aprendido algo. Le había enseñado una lección dura, pero nocesaria, Solo ahora comprendía que carecía de una de las virtudes del caballero más importantes para alcanzar la perfección y ver el Grial: un caballero debe ser humilde. Le agradió a la Dama la revelación y se desmalló de nuevo.
Caleb observó al joven caballero vencido hasta que su caballo se le llevó fuera de su vista. El vampiro no podía evitar el sentimiento de que , en el futuro, se volvería a encontrar con Lambert de nuevo y que podría arrepentirse de no haber acabado ahora con él. Había luchado lo bastante como para saber que no se debe subestimar a los Cabaleros del Grial, pero algo en su sangre maldita le instó a que no lo hiciera, pues no había ningún orgullo en ganar un combate desequilibrado.
Además, ese chico le recordó un pasado distante, cuando todavía no estaba condenado a beber sangre para sobrevivir. El Caballero Rojo intentó apartar esos inquietantes pensamientos de su mente, montó en su caballo de guerra de color negro y se alejó del bosque.
La luz de la luna llena se reflejó en el escudo de Caleb revelando sólo por un instante su vieja insignia, un blasón que había sido cubierto por el icono de los Dragones Sangrientos mucho tiempo atrás...
Era una Flor de Lis.
8 comentarios:
Bueno, en priemr lugar siento que la entrada sea tan larga y en seguno lugar decir que no es historia mía (ojalá), para que no haya confusión, jeje
Es una historia sacada de un códex de Warhammer, jeje
waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
sangreeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
entrañaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
eceteraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
sorry hablá la eslfa oscura que llevo dentro, será que el olor de la sangre me llama, pero he venido directa a tu blog esta mañana a las 6:45 pa leerlo
jeejejejeje.
oye tu reloj va un poco mal son las 6:47 no las 9 de la tarde
Moooola, ahi se demuestra el verdadero valor de los caballeros de bretonia. El luchar aunque sepas que vas a ser derrotado(mira que coincidencia, me siento igual anta los exámenes. quiza alguno me perdone la vida)
Que la historia es genial, gracias por ponerla aqui.
Namarië
Psdt: Para cuando la versión on-line de la historia que estabas escribiendo de la puerta estelar. Tengo hambre de historias, mwahahahaha.¿habeis visto algún Eshu por aqui?????
jejeje, me alegro que gustase. La de la Puerta Estelar...ponerlaaquí sería muy problemático, es demasiado larga, pero ya iré escribiendo otras historias cortas para aplacar tu espíritu lector, jeje
Sobre lo del reloj....no se como cambiarlo, jejeje ^^U
La imagen que veis es obra de goblinoide, agracecimientos y felicitaciones a ella ^^
Graziaz, goblin!!! xDDDDDDDDDD
Me alegro de que te guztaze ;)
Un abrachucho para ti y otro para Pitt (y que no pellizque!!!!!!)
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